Una mañana, en un café ubicado en el barrio Carlos E. Restrepo de
Medellín, Federico y Julián me hablaron de los medidores móviles para
monitorear la calidad del aire. Me
presentaron este proyecto sin alabarse, sin exigir créditos. Me mostraron el
prototipo del artefacto. Se expresaron de manera muy abierta, como quien
explica una tarea y la ayuda a hacer, en un descanso, en un rato libre. Ocho
días después, unidos por la misma casualidad, como un guiño cósmico, volví a
encontrarme con ellos. Los saludé preguntándoles “¿Y cómo van con su proyecto?”
La respuesta fue un llamado: “¿Cómo vas vos con este proyecto?”. Y sí. Es la
mejor respuesta porque mi pregunta es un lapsus que permite entrever una
actitud que he tomado, tal vez desde pequeño, ante fenómenos tan
trascendentales y cotidianos, tan comunitarios e individuales, como es la
realidad de la calidad del aire y de lo que se hace para mantenerlo en las
mejores condiciones posibles.
Esta es una tarea que todos debiéramos esforzarnos por hacer.
En términos generales, el medidor móvil es un artefacto cúbico pequeño
que informa sobre la calidad del aire, a partir de las condiciones que se
registran en el preciso lugar donde se encuentra quien porta el dispositivo.
Este aparato está diseñado, inicialmente, para registrar la humedad, la
temperatura y el material particulado, propios de un sitio en un momento
específico.
En la actualidad, Medellín confía esta lectura de su aire a unas
cuantas estaciones de monitoreo general, ubicadas en puntos muy distantes entre
sí y con las cuales se pretende informar a los habitantes. Lo más personalizado
que hay, son unos dispositivos base que se pueden instalar en las casas y con
los que se puede obtener toda la información pero de una manera hermética, sin
que se pueda acceder a la misma, es decir, no revelan los datos que indican la
calidad del aire a quienes lo han adquirido sino que los remiten a esos mismos centros
de monitoreo general. Esto es estar a la deriva. Respirar sin saber cómo está
el aire de mi barrio. Si sigue igual con este edificio que están haciendo aquí
al lado. Si no ha variado desde que montaron aquella fábrica en la esquina. Si
con el puente que construyeron acá al frente, ha empeorado. Y lo agudo es que
la acción gubernamental, para lograr que las condiciones del aire sean al menos
decentes, comprenden un mínimo de 30 años. Un plazo normal tratándose de una
ciudad. Esto es determinante para explicar por qué se deben tomar medidas desde
diferentes ángulos y por parte de distintos actores sociales.
Depende de la ciudadanía empoderarse. Decidir. Presionar. Lo civil es
la única manera como la humanidad, a lo largo de su vértigo, ha evolucionado y
salido de oscurantismos. Está claro que cada año, especialmente cada febrero y
cada marzo, las chimeneas se prenden, la chatarra se quema, los vientos
disminuyen y el Valle de Aburrá se llena de smog. El sol sale y se oculta
obnubilado, desde los cerros no se ve la ciudad y estando en el centro, entre
el agite y la furia, a los últimos pisos de los edificios los vela una pesada y
densa nube tóxica. Saber cómo está el aire en el momento y el punto exacto en
el que estoy ubicado, es un derecho y un deber. Alarmarse es lo entendible; el
pánico, una probable consecuencia. Pero tal vez sea de eso de lo cual
necesitemos para despabilar y decidir. ¿Decidir qué? Por ejemplo, algo tan
sencillo como si me quedo o si me voy de un sitio.
Y bueno, todo este proyecto, toda esta iniciativa, ¿cuánto vale? ¿Cuál
es el precio? ¿Cuál es el modelo de negocio?... abajo los muros y los alambres
de púas. Que se caiga el telón: no hay factor dinero de por medio. El proyecto
no está esperando a que sea negocio para poder ser. El emprendimiento debe ser
una herramienta de enriquecimiento cultural y no sólo económico. Ya hay un
sitio web en donde pueden conocerse los planos de construcción de cada
dispositivo móvil. De hecho, está toda la información ahí. Por eso, si algún
ingeniero industrial quiere acercarse y hacer lo suyo, será bienvenido. Si otra
persona es capaz de cumplir con la genesíaca tarea de nombrar lo que es,
representa y hace este artefacto, también será bienvenida. Este proyecto
depende de quienes lo alimenten y crecerá libremente desde su ejecución. “¿Vos
cómo vas con este proyecto?” Es la forma como hay que hacerlo avanzar. ¿Cómo
vas con la idea de respirar? Hay que ser conscientes de lo que se trata. De lo
que respiramos. De esos elementos con los que de cierta manera alimentamos
nuestro organismo. Eso sobre lo cual flotan nuestras ideas. Si alguien llegase
a necesitar que Federico y Julián les elaboraran un artefacto, de lo único que
tendría que encargarse sería de la compra de los materiales necesarios para su
fabricación, los cuales son fáciles de conseguir.
Queda mucho más por decir, pero es más lo que queda por hacer. Y cada
uno puede definir su compromiso según su preferencia. Esta es una tarea que
todos debiéramos esforzarnos por cumplir. Esa mañana, cuando me despedí, les
pregunté: “Bueno, y si alguien quiere conocer más del proyecto, ¿qué les digo?
¿Qué se contacten con quién?”. Otra vez, la respuesta fue un llamado: “con
vos”.
Me parece muy interesante el hecho de pretender entender los proyectos mediante el concepto de propiedad privada. Quizá sea debido al individualismo y a un sistema de retribuciones, que favorecen al sujeto de actitudes individualistas.
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