Un libro, una película, cualquier
mensaje vía símbolos, puede cambiar mi meridiano. Alterarme. Y es algo que ocurre rápido y
que no dejará de ocurrir rápido. Las ideas se diluyen en sí mismas.
Sé que están pero no logro metabolizarlas. Se dan más rápido de lo que yo puedo
interpretarlas, como golpes de imágenes, muchas veces sin lenguaje. Lo
único de lo que me valgo, lo único que me proporciona cierta calma, es confiar
en el tiempo. Someterlas a la prueba de la memoria. Si con los días sigo
recordando tal idea, me dispongo a obsesionarme con ella.
*
Idea: Hay que ser suspicaces. Es recomendable
tener cuidado con el concepto de “zona de confort”. Que no vaya a ser un truco,
un mecanismo, un método de ávidos comerciantes. Nos quejamos de lo efímero, de
la condición líquida de las relaciones actuales, pero a la vez huimos con
desespero de cualquier zona que parezca mínimamente confortable. Se limita el
concepto al plano de lo físico, de lo material y ahí está: lucro para quienes
viven de la distracción. Vivir para estar costosamente distraídos, relajados,
de aquí para allá. Desorientados. Creo que hay que frenar esa ilusión, esos
ideales de núcleo consumista. Si eres creador, si así lo crees, como en otros tantos oficios, tu
vida ha de ser de laboratorio. Aquí o allá. Poco fotogénica, quizá. Pero de
soledades fértiles, de momentos en los que uno no tiene nombre, sino la
intención de una obra.
Esto me pone a pensar...
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