Esta
expresión de Antonio Marina me dio luz. ¿Algo más cómodo que el Diván de la
Tristeza? Esas frases quedan flotando en la mente y luego, algo inesperado, una
lectura, un fotograma, una conversación con un taxista, un beso al mediodía, una
salsa de Subway, una basura en la playa, hace que reaccione con otro
pensamiento. Esta vez ha sido con una frase de una carta de Oscar Wilde: “La
repetición es anti espiritual”. No sé qué tan cierta sea esta afirmación. Como
cantante, guitarrista y bajista, debo a la repetición mi confianza en escena.
Diré que me refiero a la disciplina necesaria para lograr interpretar a un
nivel más o menos aceptable cualquier instrumento musical. Supongo que es a eso
a lo que se refería Sergio, familiar y amigo, cuando se refería a la memoria
musical. Igual han de funcionar la “desmemoria” y la pereza. ¿Qué tanta
relación exista entre ésta y aquella? No sé. Pero por experiencia sé que existe
entre la tristeza y la pereza una pasmosa y aguda conexión. Incluso me atrevo a
decir que la pereza está más comprometida con la tristeza que con el placer.
Sí. Las comodidades. Este tema una vez más.
Recuerdo que
hace dos mil años, o tal vez menos, un amigo de colegio me preguntó si yo tenía
el S&M,
el disco sinfónico de Metallica. Yo le dije que sí, que lo tenía en casete. Él
rió. “Vos no tenés entonces el CD. Yo sí tengo el CD”. No entendía la
diferencia. Para mí el gusto estaba en esa música que reproduje hasta cuando
dañé la cinta. “Tenerlo en casete es no tener nada. Te toca adelantar y
retroceder para buscar una canción. En cambio en CD es ahí mismo”. Es imposible
que estas hayan sido sus palabras exactas: son las que le he dado al fantasma
que representa para mí su creencia. Su visión me dota de identidad: sigo siendo
ese niño orgulloso de sus casetes. Valoraba la esencia más allá de las comodidades
y sólo cuando empecé a caer en las comodidades, fue que empecé a desteñirme en
tristezas. Claro, las comodidades debieran estar para ligarnos a lo esencial
pero las hemos convertido en la esencia de nuestro progreso y nuestro avance.
Al discutir y al soñar, me dejo caer sobre deseos que sobrepasan mi voluntad o
sobre divanes de aparente y triste conformismo. ¿Qué estoy dispuesto a hacer? ¿Qué mito vivo?
Las creencias nos esculpen. Debo darme brisa.
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