De saliva y apretados rasguños son su ataque y su cariño. A este
animal le gusta mirarse a sí mismo. Morderse. Enjuagarse en su sudor. Paciente
y tierno, sabe cocinarse a fuego lento; darse más de lo que esperaba; recibirse
con ansiedad. Introspectivo, se busca en la memoria y no distingue momentos
como este, en el que existe sin temor, sin malicia. Elástico, se abraza y sin
disolverse se divide en dos cuerpos que encajan perfectamente en sonidos
rítmicos de pieles. Sabe que su existencia eterna es efímera, que su corazón,
hecho de dos pulsos que se sincronizan, late y latirá, sin extinguirse, sin obligarse
a volver a existir, sin desear ser por medio de otros que no seamos tú y yo.
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