Noviembre, sin saberlo, era un atardecer. Diciembre me
recibió con una traición servida. Mi resiliencia fue perderme en Teen Town de
Jaco Pastorius. Desde esa noche angulosa y sin colores me vine a la música, a
la escritura convulsa, al crear, al irme de fiesta todos los días y al madrugar
para hacer ejercicio. El dolor lo sentí primero y tanto en la mente como en el
cuerpo. Luego el dolor, luego lo amargo, luego el querer ignorar. Está ahora
sentada en la sala una tristeza alegre que no hago sino llamar agradecimiento.
En este momento me tomo otro vino, otra copa que siendo otra valoro como
ninguna otra. La capacidad de vivir el presente es no pensar en la siguiente
sino beberme esta tan lento y sabroso como si fuera la última. Soy de los que
conoce el amor leyendo y vagando en bares. Empiezo a creer en la buena suerte:
la puerta y el vaso necesitan del vacío para ser útiles.
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