En la infancia está girando ese momento en que nos tiraron al agua fría de la
sorpresa insinuándonos que esa estrella presente en
el cielo nocturno, ya murió hace años y que además, apenas en estos tiempos, nos llega el
aviso tembloroso de su existencia. Con luz viva iluminan seres estelares
finados: algunas noches vuelve esta idea y nos encuentra más adultos y más
vulnerables. Vulnerables a nuestra historia, a nuestra idea de futuro, a los
gustos, a los hábitos y a esa luz y a esa luna que sonriendo grita callada. Como
estrellas son algunos humanos: su luz nos llega mucho tiempo después de que
hayan muerto, simplemente porque en movimiento brilla. Es energía transformada
en frecuencia, en capacidad de inspirar, sea palabra escrita, sea charla, sea sonido, sea imagen,
sea sabor, sea prenda que nos toca.
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