domingo, 26 de septiembre de 2010

Pila de bodega



Algunos amigos dicen sentir la escritura. Se la saborean y entregan su vanidad en letras que no aman. Quieren que sepas que saben, que han leído y que su intimidad les afecta. Se toman fotos y saben escoger la ropa; son capaces de controlar sus hábitos y administrar sus vidas. Sueñan, ahorran, trabajan y viajan al exterior con una facilidad que me abruma. Saben ser felices planeando, logrando pactos de abstinencia social elevando el sentido de lo correcto, sonriendo ante un salario justo, cómodos en el siglo. Quiero ser como ellos y a veces busco magia en la música, un equilibrio desde la economía, una razón, un objetivo, un motivo, o al menos una excusa para mi inexistencia registrada, pero me asfixian los sonidos que de mi mente, la guitarra no copia. Me siento tan inútil que prefiero olvidar y detenerme, redefinirme, sentir algo de tiempo, la vida como cuentagotas y la edad como anestesia, pero ya nada me calma y no lo puedo hablar, seguro la lengua tropezará. Apago el computador, las luces de toda la casa; si alguien llama no contesto, si es algo grave seguro timbran al celular. Escribo lo amargo y luego sonrío, de nuevo joven porque lo anciano quedó escrito. Un nuevo corte de cabello, quizá un pantalón negro y una camiseta colorida de la que su oscura sombra se ríe. ¿Un blog, una página de internet? ¡Seguro! ¡Así estaré más cerca del amor eterno que me llenará de vida con el sabor de sus labios! ¡Publícate y existe en la manía! ¡Repásate y ponle signos de admiración a tu vida! Olvida, por favor olvida. Alguien vendrá a usarte y serás tan feliz que no tendrás que volver a escribir.