Una tarde me quedé mirando los peces del edificio de Suramericana. Les
estaban cambiando el agua y los tenían reducidos a unos cuantos metros cúbicos.
Los vi quedarse quietos, apenas aleteando, ahorrativos. Pensé que cuando me
acerco a fin de mes, me comporto de un modo parecido. No me muevo casi. Me
guardo. Apenas respiro. Divagué
entonces. Mi ambiente vital no es más el natural que el creado: ¿acaso soy lo
que pueda salir y gastar, compartir, invertir, invitar? Lo relacioné con la
escena final de Gravity. La película. Cuando ella, la astronauta logra
aterrizar, luego de haber estado muy cerca de morir por la falta de aire, y
nada de espaldas en una laguna llena de insectos, respirando agitada largas
bocanadas del ambiente natural, de ese ambiente en el que naturalmente somos,
hecho de oxígeno, rayo de sol que no es rayo dañino, agua y éter. Esa es la
verdadera textura de la existencia. Basta con estar y ser capaz de percibirlo.