sábado, 18 de febrero de 2023

"Tú, de quien son los siglos y el tiempo"


                Pero, ¿de dónde llegan las flores, las mariposas y los pájaros que hay en el jardín? (...) El habitante de Laponia sabe que hallará a su reno en el otro mundo, y el samoyedo a su perro. 
Gustav Theodor Fechner 

Antecedentes del antecedente: Recuerdo mi infancia a través de los miedos. ¿Vivo aún bajo su efecto? ¿Se transformaron, se matizaron, se mezclaron, desaparecieron?  Todavía me considero un analfabeta en interpretar y leer el código de mi mente, pero el pánico y el insomnio enseñan: también la sobria alegría y el saber reírse de sí mismo. La culpa, el pecado, el temor a los impulsos propios enferman el cuerpo, desangran el entendimiento: por este motivo los mandamientos, o las bienaventuranzas, o el noble camino óctuple, sirven más si se entienden no como leyes o recetas para hacerle frente al miedo de la "condenación perpetua de mi alma", sino como consejos, recomendaciones para vivir de un modo más cómodo, sano, creativo, riguroso y tranquilo en medio del caos que nos cruza y nos circunda. Hoy me asomo a mi pasado apoyándome en la ventana de la escritura y, al detallarlo a fuerza de recuerdos, lo veo como si se tratara del más intrincado laberinto, pero, a pesar de todo (este "pesar" viene de peso y de pesadumbre), soy consciente que nunca creí ni en el Cielo ni en el Infierno; sí, en el espíritu, en la vivencia de Dios. 

Antecedente: Me encuentro leyendo la antología "Libro del cielo y del infierno" de Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges. Me habría gustado llegar a esta lectura a mis trece años. El título indica con precisión la naturaleza de los textos que lo conforman. Sin intención de resumen más sí de síntesis, considero que lo impactante es que no en todas las culturas ni en todos los textos hay una pregunta por la muerte al referirse a las nociones de celestial o infernal.  

Hecho que me inspira a escribir esta entrada: Estaba concentrado leyendo cuando vi una letra moverse. Similar a una parte diminuta de una t o de una f que se resbala, un pequeño insecto vagó por las páginas. Quise aplastarlo pero no fui capaz: la temática del libro me lo impedía. Bastaba con apoyar mi pulgar suavemente para darle muerte a este pequeñísimo ser. Pero, ¿cómo podría menospreciar su vida, su forma biológica, en medio de una lectura de Swedenborg? ¿A dónde van las criaturas? La pregunta infantil no tiene clara respuesta: ¿existen los estratos en el Cielo? ¿Las fronteras allí también son invisibles? Un movimiento y ese ser terminaría en su paraíso o en su infierno. Asesinarlo no era una opción.
La situación se alargó un par de minutos hasta que la errancia del insecto se trasladó a la mesa donde me encontraba leyendo. Impaciente, asustado ante su fragilidad y vulnerabilidad, decidí irme. Desde el Metro vi el cielo: me costó no sentirme igual de frágil y vulnerable. ¿Qué "mirada" está puesta sobre nosotros y no podemos sino ignorarla?  

lunes, 13 de febrero de 2023

Un correo a T.A.P.

 

Hola, Patxo. Mucho gusto: Soy Juan Sebastián. Vi tu publicación en Instagram y quise participar de manera activa. Gracias por esta oportunidad. En realidad, lo que te envío, es un resumen, un grupo de ideas que surgieron fruto del permanente esfuerzo por comprender mejor este fenómeno. Ante todo, quiero resaltar que si bien las expreso como máximas, no creo que sean verdades ni mucho menos recetas. Son simples elucubraciones tras veinte años surfeando esta alta ola, cinco de los cuales he mezclado con un proceso de terapia psicoanalítica junto al profesional Juan Fernando Pérez, en Medellín, desde donde te escribo. No sé si corresponden debidamente a lo que pediste, pero de corazón espero que algún par te sirvan:


  1. La ansiedad para mí es la manera como decidí nombrar una forma turbia de mi sentido de percatación. Es algo que me hago, una forma de autosugestión cuyo inicio coincide con otros procesos fantasiosos mediante los cuales estimulaba en mi sensaciones físicas (desde la excitación sexual hasta dramas esenciales para un cuento o una canción). 

  2. Esto que he decidido llamar ansiedad, que es un resultado, síntoma y no raíz, es todo menos una puerta cerrada; al abrirla, nos aventuramos al sustrato que dio pie a esa primera crisis. Sumergirse en ese sustrato es casi nadar en líquido amniótico, en el fango primigenio de nuestro ego, de nuestra identidad.

  3. Esto que me acostumbré a llamar ansiedad, tal vez no corresponda a lo que otras personas padecen y por eso debo estar atento o ser flexible a renombrar el fenómeno.

  4. Lo que este fenómeno proporciona a la vida es una oportunidad de evolución desde el amor, o, para las personas que no soportan esta palabra, desde la capacidad de dar y corresponder al afecto.

  5. Así como el alimento es información, la información es alimento: nada es inocuo, ninguna letra de ninguna canción; ningún comercial de televisión, etc. Todo reclama su cuota de peso psíquico.

  6. La ansiedad no surge siempre por un mismo y único motivo. Es una forma de reacción, una costumbre psíquica, un estilo de comportamiento.

  7. Una persona ansiosa, casi siempre, es una persona potente y vigorosa, vital, pero que no cuenta (por múltiples motivos) con ESA herramienta para apropiarse de su propia fuerza vital. Va más allá de decir: “Líbido no descargada”. Como dice la canción de Ugly Kid Joe: “Sex is overrated too”. Tiene que ver más con los juegos de seducción y su potencia.

  8. La indecisión conduce a la ansiedad, la alimenta, la sostiene. 

  9. Cuando a un caballo o a una yegua lo ven o la ven ansiosa, le aplican la potrero terapia.

  10. Esta ya la escribí en una de tus publicaciones: Dentro de mis descubrimientos personales he venido comprendiendo (es algo personal, por supuesto) que la ansiedad, en mi caso, tuvo varios afluentes: uno de estos es la creencia inconsciente que tilda la calma y el sobrio disfrute como síntomas de una "persona tonta", y la ansiedad y la agitación como algo característico de la viveza (y a su vez, creer que viveza es sinónimo de inteligencia).