domingo, 31 de diciembre de 2023

Índice de un libro que quizá jamás escriba

 


(Aún sin título de obra/folio/insumo)

Tabla de contenido:

- De cuando mi perro se empezó a lamer la pata
- Diagnósticos fallidos; una posible razón: estrés
- Otra posible razón: depresión
- Motivo final: tedio a razón de falta de actividad
- De cómo descubrí que no soy ni un filósofo ni un sociólogo: soy un poeta
- De cómo descifré el sentido total (origen, cauce, efecto), para mí, de la poesía
- Del puente que logran las similitudes: el pensamiento obsesivo, la pobreza como negación de acceso a las experiencias
- "Insomnio, compulsión, celotipia, intoxicación: puedes herirte de múltiples formas actuando igual que tu perro; lo importante no es que te dejes de lamer sino comprender las causas de tal síntoma".

Apéndice
- De cómo los límites económicos funcionan igual que un cuello isabelino en el perro: fácilmente podrías gastarte un millón de pesos en trago, cada noche de por medio.

miércoles, 27 de diciembre de 2023

En condiciones



Me las repito como si fueran mantras: "Esa etapa de la vida en la que uno cree que la vida está compuesta por etapas". También: "es fácil confundir la dignidad con el orgullo". Estas dos ideas, estos dos mantras, lejanos de ser axiomas son reactivos que agitan casi cualquier otra reflexión. Hoy, durante el más reciente semestre, ha sido el turno para hacerlas reaccionar con el tema de la procreación. El tema ya lo traté en esta entrada. Este texto solo le suma otra reflexión, la cual no quiero ubicar en la línea de una conclusión. Principal y ágilmente, quiero destacar dos asuntos: 

UNO.

Los discursos de posesión de capital ya están por encima de la verdad (digamos capacidad) del cuerpo. "Solo -tendré- hijos si tengo el dinero suficiente", me he escuchado diciendo. La frase resulta complicada por varios motivos:

- Un hijo (o hija) no se tiene; se concibe.
- Un hijo es la suma de dos partes: no es, no debe ser, fruto del solipsismo.
- ¿Cuánto dinero es suficiente? ¿"Acerca de la bio - gentrificación y otros ostentosos títulos académicamente prescindibles"?

El por qué no quiero procrear es un impulso, un pensamiento de negación, que contradice mi posibilidad física. Lo organísmico en mí es procrear; lo civilizado, abstenerme, ser infecundo, vivir de pajazos mentales, de anticonceptivos y espermicidas. Pienso ahora: ¿es igual a matar? y me respondo con otra pregunta (como buen seguidor de Artl): ¿es el asesinar un impulso tan natural como el de procrear? La civilización, la cultura perdida en sus definiciones, es candado en el testículo y a la vez opio tranquilizante de 528 hertz.
... igual, al final, por más convencido que hoy esté, sabré que el cuerpo podía, así mi ideas y mis extractos bancarios me lo hayan impedido. Miraré el pasado a través de los lujos materiales, de los paisajes-menú de la soltería no paternal, y en vez de un árbol me veré como una garita de peaje. "Viajemos, viajemos, mi querida; busquemos con quien dejar a nuestras mascotas, para huir de ese impulso que ambos sentimos pero que a fuerza de discursos, de retórica anti vital, lograremos mantener en control hasta cuando seamos estériles, y nuestros genitales se conviertan en una mesa de noche, rodeada de extensiones eléctricas que van a parar a tomacorrientes dañados". 
...esa etapa de la vida en la que uno cree que la vida está compuesta por etapas...

DOS.

Me lo digo a cada rato: "Sería egoísta tener un hijo. Lo concebiría para mí, según mis necesidades, sin consultarle, arrebatándole la nada, además lo arrojaría a condiciones sociales cada vez peores". Así, suelo caer en el error de creer que el cobarde es prudente y además menos egoísta que aquel que toma el riesgo. El egoísmo suele confundirse con prudencia, y la imprudencia con egoísmo. Como si fuera posible no percibir el mundo desde nuestra esencia: incluso la empatía es un valor, un juicio que surge desde nuestra experiencia, desde nuestra conducta. Puedo tener la sensibilidad y la imaginación suficientes como para dimensionar lo que la otra persona está viviendo, pero no puedo reproducir en mí exactamente esa vivencia ni los vestigios emocionales en el ser de ese otro ser. 
Pero aún obro como si con mi descendencia sí pudiera... 
"Las buenas condiciones de vida" que deseo para esa criatura, son la primera condición a la cual la someto (fatalmente, hasta ahora, y sin que dependa de él o de ella). Las buenas condiciones de vida no son solo para esa criatura, las anhelo para mí, para hacerme más fácil la dura tarea de la crianza, para poder dormir, para no temer ante el ombligo azul, ante las lenguas de fresa, ante esos ojos que apenas empiezan a entreabrirse. 

La conversación podría cerrarse fácil aunque fastidiosamente con una sola respuesta: "no quiero concebir hijos porque soy un cobarde egoísta dispuesto a contradecir mi naturaleza fecunda, día tras día, a pesar del amor que he sentido por la vida y por las mujeres con quienes he compartido, a fuerza de discursos cada vez más rebuscados y supuestamente devenidos de una presunta toma de conciencia ante la decadencia social y cultural en que vivimos, y a cambio de gustos y placenteras estancias individualistas que me doparán y me impedirán sentir ese malestar". 

Pero, y debo decirlo, la conversación, internamente, no se cierra ahí.
Para ser dignos debemos dejar de ser orgullosos: un hijo, una hija, vendría a modificar mis significados. 
Pero ...es fácil confundir la dignidad con el orgullo...

sábado, 23 de diciembre de 2023

El caos es elocuente

 


Sobre el rap.

Hace poco quise escribir algunas letras de rap. En general descubrí que no hay una melodía previa para ser traducida en palabras, en lírica; similar a otros géneros primitivos, como en el canto gregoriano, en este género la musicalidad está inscrita en la melodía propia que ya de por sí trae cada palabra. Esta sensación (no sé si "realidad") fue de extremo abandono: similar a otros momentos en que la prosa es inercia y  tentación a evitar, me sentí próximo a caer en toboganes expresivos, tan propios también de ensayos y tesis de índole académica, o de las cartas de amor o de día del padre o de la madre. Los conectores, los adverbios, el tono... Lo curioso fue que esa noche no pude dormir: logré varias letras, pero mi cerebro no se contenía. Fue como si el intento hubiera alimentado una voz inquieta en mí, un sonsonete que no podía silenciar y que parecía relamerse en las ocurrencias que tanto me fastidian y que me impiden entregarme a este género. ¿Será por eso que tantos de sus artistas se adhieren a la marihuana?... Recuerdo un mensaje de Métricas en el cual hablaba de las altas cantidades de adrenalina en su cerebro... No disfruto del rap porque me suena a verborrea improvisada, pretenciosa, y esa verborrea, fuego de chorrillos, creo que es peligrosa porque consiste en confundir la estructura del edificio con los ornamentos. Quizá me ha hecho mucho bien ser cuidadoso, medido con las palabras, explorar en su significante. De Lacan a Bajtín, las lecturas me han enseñado las virtudes de intentar cada día ser más cuidadoso con los actos de habla, de ser ordenado en la abundancia. Que el río fluya pero sin desbordarse: para alguien como yo el método de escritura del rap puede ser peligrosísimo; por el contrario, el método "primero la melodía y luego la letra" (el cual Charly García bautizó como "método Wareschol"), me concede ciertos límites, que se traducen en paz y certeza. Hablar de más, así parezca interesante, no me hace más libre. 


Sobre guitarras y bajos.

Viendo una presentación de Uakti comprendí que los instrumentos son como pinceles. No hay sentido en quedarse mirando instrumentos (tal y como lo he hecho yo) sin tener en cuenta su sonido. Esto es un fenómeno de mercado: reconocer marcas, formas, precios; pero tal búsqueda de la variedad se justifica (lo sé) en el arduo trabajo de muchos luthiers por lograr un sonido. Los colombianos nos caracterizamos por creernos más astutos de lo que en verdad somos, pero en realidad nos falta saber profundizar en los matices. Algunos amigos (muchísimos), al hablar de la Gibson Les Paul, por ejemplo, no mencionan su sonido: mencionan su precio, aquel ídolo de infancia que los enamoró usando este modelo de guitarra, lo que implica portar una, etc (este etcétera es entretenido, pero a estas alturas, el chiste ya no es chistoso). Ahora, cuando todo parece -visto-, el sentido común nos golpea de frente, como toda forma de educación que, en esencia, debe ser un choque: la música nace de la musicalidad, es decir, de algo interno, no de algo externo. La civilización ha sido cooptada por el capitalismo, sistema económico, narrativa histórica, que insiste en hacernos creer lo contrario: que un instrumento más costoso, de mayor prestigio en el mercado, nos hará mejores músicos... pero luego llega Walter Smetak y nos libra del absurdo volviéndonos creyentes de nosotros mismos. Sí: esa carpeta del carro suena bueno; el pupitre del colegio, también. Recuerdo entonces los discos de Aphex Twin y me convenzo. Reconciliación idiofónica, quizá.


Amortíguate.

La euforia es pánico. 
Algunas certezas, también. 
Shakespeare no es Shakespeare únicamente por el gen Foxp2.