domingo, 3 de julio de 2016

duhkha



La alegría del privilegio de ser sexuado es interrumpida por la manipulación, la avaricia y los temores ajenos. Ejercer la sexualidad, no a través de la masturbación, sino con alguien, en mi vida, pareciera estar destinado a ser una negociación entre dos entes interesados en la acumulación y la aseguración de capital. Ya no hay soltura, desinterés, placer por placer; no. He vuelto a caer en ese estado que tanto evité: tener que cumplir con toda una serie de desgastantes y empobrecedores protocolos que ninguna relación tienen con la seducción. Son sólo negocios. El sexo ha vuelto a serme temor. Limosna. Una moneda con la que me pagan; a mí, hombre enamoradizo, tan sexual y necesitado como todos, menos estratégico y perverso que esa gran mayoría en la que me gusta perderme, soñarme, regocijarme. Si tan sólo mi sangre se enfriara un poco… si tan sólo me bastara con la contemplación y no sintiera el gusto derretirse en mi boca, en mi pecho como una mancha caliente y, similar a una punzada, en mi periné.