Momento incómodo de perturbadora contradicción; al intentar
hacer de mi vida una hoja, me encuentro con que no he tenido otra vida o
experiencia que la mental. Tal currículo, tan exigido y usado, lo veo como una
síntesis inadecuada en mi caso. La carrera me ha brindado un filtro; tras ese filtro, estudio y vivo. Me siento
orgulloso de haberla cursado, pero no respondo ante la incertidumbre agitando
un diploma que me declara Comunicador Social y Periodista.
Creo que soy algo
más que ello; que mis capacidades no se
limitan a las del plan de estudio, ni tampoco que exista un perfil o un destino
manifiesto. Siento que el hacer, la cotidianidad y la constancia a lo largo de
determinado tiempo, son lo que me definen, me capacitan y también, me anulan. No distingo lo
personal de lo profesional; el tiempo es uno, uno vive una sola vida. La juventud
es voluntaria.
Si se trata de conseguir dinero, de sobrevivir, entonces es
fácil; el problema es que cuando no se sabe para qué se quiere o se necesita
ese dinero, si no es preciso el monto que define la prosperidad, el individuo es vulnerable a la esclavitud: jamás será suficiente; los
créditos bancarios, el insomnio, las taquicardias, el estreñimiento y el tener
que recurrir constantemente a los abogados, se hacen usuales. La amargura nos
torna insatisfechos y aún así pretendemos la fidelidad.
Bien podría decirse que
se vive con comodidad cuando de patria y religión se es capitalista. Pero, ¿acaso estamos todos llamados a la homogeneidad? El universo existe por voluntad consciente; no inventamos y aprendemos
palabras solamente para escribirlas o decirlas, sino para habitarlas y vivirlas.