jueves, 17 de marzo de 2011

Se acabaron las medallas



Es de oportunistas usar las catástrofes como argumentos para validar sus creencias. Pero es de tontos no aprender de los errores que proceden de una evolución mal buscada.
El desplazamiento es ahora irremediable y la ciencia ha demostrado ser violenta. Lo grave de las circunstancias que preocupan a los miedosos occidentales del –hoy-, es que la radiación llegue hasta sus montañas y la vida les valga porque está en riesgo su indigente comodidad, porque los fines de semana ya no serán aquellos fines de semana, y porque deberán pagar por la indiferencia.

El riesgo radioactivo nos hace indignos, porque ese saber, ese conocimiento nuclear "necesario", se nos ha salido de control, y no somos ya dignos ni de ese saber ni de ese conocimiento ni de ese control; personas que no somos dignas de los sentimientos, ni dignas de la imaginación. Ya son suficientes las medallas, suficientes los premios sobre los cuales cimentaron la motivación; ¿de qué sirven ahora los triunfos? Nuestra vanidad nos ha derrotado. Cerremos los ojos y supliquemos de rodillas abrazando las piernas de un Cristo gigante, o esperemos llorando por algún acto heroico, pero recuerda en tu madrugada enferma, en tu tarde inútil, que los héroes siendo humanos dependen de la estupidez humana: de TU estupidez, humano.

viernes, 4 de marzo de 2011

Amigolés * Mi afecto ës prescindible



La lejanía favorece a quien bien aprovecha el dolor. Una semana es una semana, pero una prosa fría, no es una prosa digna, es una prosa cualquiera; y así es hoy mi prosa. Insensible, repetitiva; una transformación del orden de ideas enfriadas, contenidas para parecer prudente.
He soñado con cielos surcados por tenebrosos pájaros imaginarios, por búhos con el rostro de mis amigos, y por frases que revolotean como los recién pescados:
La sabiduría es mi mejor disfraz.
Para los músicos, la tristeza es una felicidad mal vestida.

Navegar en los contenidos será un absoluto. Nadar en alguno, mi necesidad.