lunes, 23 de junio de 2014

Del orden y la redundancia; de ideas y rutinas que rebotan y rebotan.


Quiero tinto pero una mosca muerta me espera dentro de la cafetera llena. Debo, de nuevo, preparar café y esperar a que esté listo. Otra espera se antepone a otro placer.
Me enredo en la red para distraerme de la soledad. Suena All is full of love de Björk y sigo pensando que la soledad es inevitable como la vida misma, más expansiva que el morbo que a veces me dirige. ¿Cuál será nuestro origen? Creo que lo que soy estando solo porque eso que llamamos soledad es nuestro dios. Está en todos y en todo sitio. En sí nos experimentamos.
… el café ya está listo…
… siento la fortuna de vivir en una vida de instantáneos simultáneos: el internet, el café, los romances, este escrito… las esperas son frecuentes pero cada vez más cortas…
… la impaciencia surge… la capacidad de sentir placer se agota…
All is full of love, All is full of loneliness... no, así no: All is full of solitude
... la oferta, la mutación, la importancia de la incertidumbre, el internet y su información deforme. Nada ahora me abruma. Un soplo de precoz esperanza me enamora de nuevo de la vida porque flota solitaria en su vecindario y porque es inevitable, como lo es el paisaje para el humano, como lo es para mí la inspiración: sea toda mi vida un exaltación cantada y escrita.

miércoles, 11 de junio de 2014

Pregunta, respuesta e interpretaciones


De por sí, la pregunta incomoda porque no está del todo bien planteada:

-        ¿A qué te vas a dedicar? Suelen cuestionarme.

He dado diferentes respuestas, pero para darle valor y fuerza al proceso conjunto con el que en este momento me siento gustosamente comprometido, usualmente digo:

-       No sé a qué me termine dedicando, pero pienso que ya me dedico a la música.

Esto tiene tantos significados como personas hay. Por sus reacciones he empezado a considerar que hay quienes detrás de esta respuesta entienden: “Voy a dedicarme a intentar obtener dinero escribiendo letras de amor, siendo el fiestero de moda, dando entrevistas, enamorando mujeres y mujercitas y llevando un modo de vida holgado y desinteresado”; otros infieren esto: “Acepto libremente mi incapacidad para obtener un empleo de verdad y reconozco mis crecientes y múltiples adicciones, y no será vivir sino menguar, decaer”; otros parecieran escuchar: “Voy a competir con Shakira, Juanes o Carlos Vives pues nadie en este país ha vendido tanto como ellos y sólo debo fijarme en los colombianos pues son los únicos que sirven como ejemplo de vida”; así, he encontrado quienes aseguran que mi respuesta significa: “Viviré de dar clases de guitarra e interpretando canciones de otros en los bares, buscando sitios para viajar haciendo esto, amenizando fiestas y demás reuniones”; no menos despreciativa que todas las ideas anteriores, algunos creen que con mi usual respuesta estoy diciendo que: “Tengo mucho dinero, mis padres son unos alcahuetas, quiero una vida sin retos ni exigencias y, como no estudié música, esa decisión implica que renunciaré a mi carrera mientras encuentro algo mejor para ocupar mi tiempo o mientras me resulta una maestría en el exterior”.

Bien. Todo es entendible porque solemos vivir bajo el embrujo de la publicidad y asimilamos el mundo mediante la comparación, opinando antes de escuchar, dejándonos intimidar por la bonanza económica del otro. Todas esas inferencias son humillantes pero al ser inconscientes y nacidas del desconocimiento popular del oficio, no debieran ser recordadas con rencor; simplemente son un síntoma, una muestra de la educación que la mayoría recibió y de la sociedad en la que participamos, tanto como artesanos, aficionados o profesionales. Aun así, cuando explico que ese “pienso que ya me dedico a la música” representa una búsqueda del crecimiento espiritual por medio del hacer estético, una intención de mezclar cierta misión creadora (tal vez imaginaria), que incluye tanto literatura como intelectualidad, con una disciplina nacida de la constante exigencia personal, además de simbolizar una libre elección y un compromiso con aquello a lo cual aún le encuentro sentido, se me tilda de romántico, hablador y abstraído.
Acostumbran usar como argumento los más vergonzosos ejemplos y me aseguran que para triunfar en este país (… ¿y qué es “triunfar”? ¿y qué es “en este país”?) debo ser como J Balvin, Silvestre Dangond, Piso 21 o Ricardo Arjona, lo cual me enoja hasta el momento en el que, al preguntarles por lo que piensan de personas como Vinícius de Moraes, Georges Brassens, Enrique Santos Discépolo o Luis Alberto Spinetta y me dicen no conocer a alguno de estos seres, su ignorancia me enternece. Supongo que es parte del oficio saber que todos, en cuanto a arte se refiere, tienen fe en su opinión y que muy pocos dudarán de expresarla.