viernes, 3 de septiembre de 2021

Al borde de la vida

 

Pintura de Federico Fernández Gärtner

A veces, las provocaciones persisten a manera de recuerdo. El viejo eslogan "el rock está muerto", pareciera ser parte misma de la iconografía del rock. Lo dijeron en los setentas, lo dicen hoy. Ya ni me importa... aunque a cada rato me quede pensando en cómo responder. Lo que sí me afecta es la necesidad de matar para seguir, para avanzar, y esa necesidad de construir un veredicto oficial, una noción de moda, de presente absoluto. No sé por qué pero nadie se la pasa diciendo "la salsa está muerta" o "el expresionismo alemán está muerto" o "el arte paleocristiano ya no pega"; tal vez sea parte del karma de la estética del rock n' roll... tal vez sea una forma agresiva de hacerle caer en cuenta al viejo que ya no es un jovencito... que andar borracho no es sinónimo de prestigio. Aún así, la música vive para quien la escucha y se emociona con ella. De la manera que sea que la consuma, que llegue a ella, si se conecta con esas pulsaciones, con el ánimo de cierta melodía, de cierta canción, obra o baile, eso basta para que esas dos existencias, arte y persona, se alimenten, se insuflen de vida, se aviven.

Hoy una persona escuchó por primera vez "Música ligera" y "Lamento Boliviano", y se sintió feliz de estar viva. 

Son las ventajas de siempre andar dispuestos, al borde de la vida.