Creo que la consciencia es una herida abierta. Ser consciente es similar a herirse. Las cicatrices son la memoria; ese recuerdo que nos dice: “fuiste consciente”. Más que con el dolor, la consciencia es un giro, un movimiento hacia lo nítido; llamamos verdad a lo nítido.
Las cicatrices nos hermanan.
Así lo pienso y lo escribo porque hace días, tal vez jugando, la
mascota de mi hogar me mordió. Vi una herida convertirse en otra nueva cicatriz.
Pensé en Edward Scissorhands. Luego, vi en concierto a Natalia Lafourcade. Cien
veces las había visto antes y nunca había notado la cicatriz en su rostro.
¿Cuánto nos falta por ver? ¿Cuántas heridas abrirán en nosotros la
dolorosa claridad, la severa nitidez, la gratitud, la cercanía?