domingo, 28 de agosto de 2011

Sépase que sin darme cuenta, la caligrafía ha cambiado


Alguna vez pensé que el estilo divino era la ironía y posteriormente deduje que la ironía era perfección. El problema de esta afirmación es que enfrenta aquella teoría cultural que referencia la ironía como una forma de evasión, negligencia o mentira. Quizá sea una forma lista de ser y serse honesto. Por ejemplo, tengo entendido que hace años, las fotos antes de revelarse (bella palabra), eran exactamente su opuesto; el negativo fundamentaba lo que luego reconocíamos. Ya todo ha cambiado y es que el cambio es inevitable, a pesar de no saber si alguna vez se está dispuesto a soportar el temor que incita reconocer que se está preparado para el futuro. Es algo que genera un pavor propio del héroe pronto a finar: (Silencio. Entra el héroe típico occidental y habla)… Estoy preparado... (Fade a negro y luego se ve al hombre hecho héroe desvanecerse como cuando el cine acelera el ciclo de vida de un girasol).

Por tal creo que "el estilo divino" no es justamente la ironía sino la promoción del desapego y la fortuna de saberse capaz de soportar la condición imprevista que nos proporciona el pensamiento. Creo que es digno creer que hay bondad y belleza porque aquel que la niega y se resigna a las lamentaciones, simplemente está apegado. Para sospechar, hay que entender. Luego de entender, sólo hay belleza y perfección. Es necesario admitir los errores. ¿Irónico? No: continuo, es decir, eterno.

jueves, 4 de agosto de 2011

Feroz inercia

De haber nacido en alguna década pasada, no sé si mi pensamiento habría sido menos reflexivo. Hoy me abruma la inevitable culpa que siento por la fiebre del planeta, por las razas extintas que facturó el progreso de la cultura occidental, que encuentra en Dante y su Divina Comedia las mentiras poéticas que se fundaron en nosotros como mitos y, luego, como las verdades capitales del supuesto “mejor camino”. No soy capaz de hacer nada, no siento que deba ni pueda actuar; renunciar es el resultado de la culpa; decidir es escapar. Ahora, en esta época, nadie tiene el derecho de pensar de modo liviano. Por ejemplo, me obsesiona la inconsciencia evidente de los músicos que aún pretenden grandes e iluminados escenarios donde representar el mensaje que les ha servido para excusar la vanidad; sus intenciones no son culpables pero poco conocen su psiquis individual y actúan por inercia, sin entender. Por tal sus palabras, sus ritmos, sus propuestas, contaminan. La actualidad huele a corto circuito y la peor maldad es el mal hábito de no pensar.