lunes, 14 de febrero de 2022

Social Climber

 


El clasismo construye, y esa construcción es una destrucción canibal, feral. El clasismo confunde. Acompleja. No hay ganadores, ni beneficiados en el clasismo. Obnubila y enceguece, estimula, exalta y aturde. Muchos dolores de nuestra infancia, encuentran en el clasismo la causa. Todos los sujetos que nos relacionamos a través de esquemas clasistas, sufrimos. Sea por culpa o resentimiento, sin importar el escenario, los ánimos se cargan, se contaminan: se anula el pluralismo en una incesante otredad, o más bien, en un constante señalamiento y ánimo de diferenciación. El clasismo hace de las personas, objetos de consumo en una vitrina del mercado. Somos productos avalados, rechazados, impedidos, promocionados. ¿Cuántas veces confundimos la vocación con la aspiración salarial? ¿Con las promesas de placer? En Colombia, ¿cuántas personas aspiran a cargos públicos pensando, no en servir, sino en los beneficios económicos, fiscales, sociales? Deseamos la fama para tener dinero y el dinero nos sirve para saltarnos la fila. La corrupción es una consecuencia. Igual que la violencia. El clasismo, es el síntoma. La raíz la presiento, de manera vaga, como un antiguo miedo, enterrado en simas profundas, muy en el fondo.
Así, no hay democracia posible. Es un oxímoron decir: democracia clasista.
Lo fatal es que lo sabemos. Lo atronador es que ya preferimos cuestionar la democracia, y no al clasismo: preferimos justificarlo y no corregirlo. Decir: "es propio del ser". 
... como si comprendiéramos, de manera plena y absoluta, las dimensiones de -ser-.