domingo, 24 de abril de 2016

CV: off


Los que trabajan en los call center. Son ellos quienes debieran regresar al campo. Renunciar a la bastarda idea del éxito profesional, a las ambiciones del individuo.
Es egoísta que lo diga pero es más egoísta que estos humanos sigan siendo esclavizados en instalaciones tristes. El mundo puede sobrevivir con seis mil millones de campesinos más no con la misma cifra de trabajadores de call center, o de abogados, o de cantantes de ópera, o de periodistas, o de editores de revistas.
Por eso algunos debiéramos volver al campo y esperar que algunos beneficios de la ciudad no nos sean ajenos. Obligarnos a dormir a las siete de la noche para levantarnos a las tres y media de la madrugada a funcionar. Irnos lejos, un poco más allá de esa montaña, para ser sembradores. Ser un ceño fruncido en sombras bajo la plenitud solar del medio día. Cansancio y voluntad ante largos caminos. Cayos. Dolor. Ampollas. Brillo de hoja lisa, de ojo de vaca o de gallina. Sólo así lo noble, la única pureza fértil. El asombro ante la montaña, ante los ciclos de la vida. La necesidad del mito, de matar a los dioses asesinos de antiguos dioses. A ellos que amándonos nos debilitaron. La lluvia nos acuesta. Es mejor reconocer, tarde ya, el fracaso colectivo. Que algunos apaguemos la máquina y nos vayamos. O no que nos vayamos sino que regresemos, porque no sería irse: sería volver... ¿volver a qué? no sé, quizá a iniciar un ciclo de nuevos errores, seguramente. Pero volver. Una generación que sea el respiro que la humanidad se da. Un olvido de sí misma, del fuego que desde adentro la consume, de su gastritis.