lunes, 8 de agosto de 2016

El animal que somos cuando nos amamos



De saliva y apretados rasguños son su ataque y su cariño. A este animal le gusta mirarse a sí mismo. Morderse. Enjuagarse en su sudor. Paciente y tierno, sabe cocinarse a fuego lento; darse más de lo que esperaba; recibirse con ansiedad. Introspectivo, se busca en la memoria y no distingue momentos como este, en el que existe sin temor, sin malicia. Elástico, se abraza y sin disolverse se divide en dos cuerpos que encajan perfectamente en sonidos rítmicos de pieles. Sabe que su existencia eterna es efímera, que su corazón, hecho de dos pulsos que se sincronizan, late y latirá, sin extinguirse, sin obligarse a volver a existir, sin desear ser por medio de otros que no seamos tú y yo.