…Lady GaGa
es una respuesta cultural. Además ella, a diferencia del gastronómico recurso al que he acudido para ejemplificar, es el resultado de una cultura (¿o debo
decir de una mayoría?) distinguida por buscar la creatividad en la extravagancia y la
fortuna en el derroche; aquella que
construye su humanidad de manera opuesta a los principios sencillos y parsimoniosos
propios del ordenamiento natural.
Son modos de vida y modelos de pensamiento que nada tendrían de malo si no nos encontráramos en un punto límite de la historia, en el que muchos ecosistemas, especies y sociedades se encuentran en peligro. Serio peligro.
Son modos de vida y modelos de pensamiento que nada tendrían de malo si no nos encontráramos en un punto límite de la historia, en el que muchos ecosistemas, especies y sociedades se encuentran en peligro. Serio peligro.
Está bien el cambio pero pienso que este debe corresponder a una actividad consciente y sesuda y no a una intensa reacción a los impulsos sembrados en el inconsciente por la propaganda, la publicidad y en general, por cuanto mensaje mediático (sea el que sea) que sublime y promocione la vanidad, el egoísmo, la humillación y la desigualdad.
Diría que
Lady GaGa antes de ser una muestra musical, es una muestra de teatro y antes de teatro,
es una expresión creativa; igualmente, previo a ser una expresión creativa, me
parece una mera exposición económicamente posibilitada de los elementos
cargados en el inconsciente como los que cualquier persona occidental de
veintitantos años podría conservar, y como núcleo, antes que todo, por la falta
de mensaje en esa exposición y por la posterior decisión de exponerlos y auto
adorarse en el hecho, es una manifiesta falta de consciencia y pérdida de la
sensatez.
Tal es la razón por la que gustan tanto sus videos: porque somos muchos los de su tipo. Somos muchos los dependientes de la hiperrealidad.
Tal es la razón por la que gustan tanto sus videos: porque somos muchos los de su tipo. Somos muchos los dependientes de la hiperrealidad.
Por eso estamos como estaremos hasta cuando el río radioactivo de Fukushima o Chernóbil nos arrastre y nosotros, como micos ante el fuego, huyamos desplazándonos de lado, con las piernas abiertas y palmoteando en el piso, incriminándonos y echándonos la culpa los unos a los otros por medio de agudos golpes de sonido. Será este el parto de los nuevos dioses. Así los individuos volverán a preguntarse por la cantidad de ojos que necesitan para sentirse observados y protegidos, y superar de esta manera el miedo que produce reconocer que no somos nadie y que logramos entender muy poco.