martes, 27 de octubre de 2020

Brevísima - y tal vez incompleta - reflexión acerca del orden

 


Gracias a las limitaciones actuales, pude extralimitarme: desde hace muchísimos años, no tenía el pelo así de largo. En un primer momento, ante el riesgo de contagio que implica visitar cualquier peluquería, me sentí condenado al desorden, a la maraña, pero luego, muy pronto, nació en mí un sentir distinto: ¿acaso no puede uno lograr un orden a partir de lo frondoso? ¿Ordenados han de ser los desiertos y las estepas mas no los bosques? La contemplación y la paciencia a veces van en contravía de lo que suponemos ahora por "practicidad". 

Zambullirse

 

Recuerdo que cuando me gradué de la Universidad me dispuse a escribir cuentos, poesías y canciones. En vez de nadar en mi corazón, de zambullirme allí, me dediqué a buscar convocatorias, premios y concursos en la Web. Acumulé decenas de enlaces, deseché algunos, y convertí esta práctica en rutina. Un día encontré “el concurso perfecto”, pero al buscar entre mis archivos, entre las hojas sueltas de mi diario, no encontré “el cuento perfecto”, ni siquiera un cuento completo. Todo lo que consideraba ideas desarrolladas no eran más que frases desunidas entre sí, escritas, probablemente, durante alguna borrachera. Es evidente lo que pretendía, y no es que esté mal o bien; es solo que no es posible engañar a los lectores, ni siquiera a los escritores que deben rebuscarse siendo jurados de concursos: "lo que sale del alma, llega al alma". 


sábado, 10 de octubre de 2020

Dinero



Mi primer empleo formal lo obtuve a los treinta años. Durante mis veinte, todos los trabajos fueron de corta duración, por prestación de servicios. En la escasez, no me formulé preguntas acerca del dinero; cuando apareció la figura del sueldo en mi vida, surgieron nuevas inquietudes. ¿Cómo definir el derroche? ¿El gasto necesario o innecesario? ¿Está bien gastarme cien mil pesos semanales en Stella Artois? Cuando obtuve dinero por medio de los conciertos, invertí, principalmente, en equipos para sonar mejor en vivo; actualmente creo que debo corresponder a la misma lógica: los padres, o el Estado mediante sus programas de becas, me pagan para que forme en materias relativas al arte a un grupo de jóvenes que me confían porciones de su tiempo. Ese dinero que me gano, no es dinero mío, y sentirlo propio, sería una nociva y desconcertante ilusión. Considero que lo más sano y justo, es invertirlo para incrementar mi nivel de conciencia y ser más capacitado en la función por la cual se me paga; los libros, los discos, la constante formación, los buenos hábitos (incluido el de viajar), entre otras, son inversiones mediante las cuales es posible alcanzar estos objetivos.