Solo podemos ser seres humanos.
Quiero decir seres biológicamente humanos. No niego el espíritu ni la fuerza de la
razón, pero mucho de nuestra corporalidad se escapa a lo que somos capaces de
nombrar. Crecer, en el mejor de los casos, es ir reconociendo y entendiendo esa biología propia. Y el cerebro, como órgano,
también es tan particular como desconocido. Es una unidad
sellada: ¿quién sabe con seguridad qué zona tiene más activa? En este terreno
irrumpe el lenguaje. Todo ese grupo de imaginarios y señalamientos, incluyendo
esas ideas de “humanidad”, a veces tan opuestas a la biología más primitiva e
innegable del hombre. Hay diferencias entre impulsos y necesidades. Reconocer
qué es para cada uno, un impulso y qué una necesidad (las cuales a veces se
empiezan a manifestar a punta de impulsos…) es imperativo.