domingo, 31 de julio de 2022

Manos blancas, colores vivos

 

Foto por Valentina R. Flórez & Flores, amiga. 

¿A quién le escribo esto, sino a mí mismo? ¿Con qué otro objetivo sino el de liberarme, el de narrar las impresiones que me deja tu paso por mi vida, que concluye ahora con tu muerte física? Alguna vez creo que hablamos de eso, de la teoría del cuento de Piglia: no son lo mismo final, cierre y conclusión. El final que yo te solicité fue tal vez tan brusco como inesperado; el cierre te lo dejé a ti y  me siento agradecido por la forma como quisiste que se fuera dando, es decir, silenciosa, paulatinamente. No me informaste de tu diagnóstico, que más que eso era una sentencia que contradecía los buenos resultados de la tomografía de marzo, resultados que impulsaron en mí injustas esperanzas, y que me llevaron a demandar en extremo, a pedirte demasiado. Noto ahora que mi ingenuidad puede llegar a constituir mi peor y más nocivo vicio. Me enteré de que estabas mal, que te habían hospitalizado, pero ya estaba acostumbrado a que ibas y salías del hospital con rutinaria facilidad. Que feo: ¿pretendía acaso que tú podrías llevar una vida sumida en tanto, tanto, tango dolor, entre cuidados paliativos y líquidos de contraste? ¿Con tu closet convertido en una farmacia? ¿Con una aguja colgando del extremo superior derecho de tu pecho? 

¿A quién le escribo esto sino a mí? 

La distancia que impusiste el último mes a través del silencio radical, es algo que me facilitó todo esto, y que – nuevamente – agradezco, valoro y asumo como un valiosísimo regalo, porque me permitió estar tranquilo, en vez de cargarme de nervios, sintiéndome incapaz, inepto, ante lo inevitable. Escribo ahora para hacerme caer en cuenta de todo lo que tengo por aprender de ti, y para reconocer que desde aquella primera charla, una de las pocas tardes soleadas del enero de este lluvioso 2022, en esa mesita de la U, remojando la palabra en agua y nada más, me animaste a reconocer la vitalidad en todo lo existente. Pienso ahora en ese fragmento de Oscar Wilde que nos compartimos: con el material de la escultura de "el dolor que dura para toda la vida" se puede hacer también la de "el placer que dura un instante".  Y no pienso escribir ni abordar más ahora mismo, porque sé que sería excederme, esculcar en demasía. Sé que ocasionalmente escribir será escribirte, y escribirte será escribirme a mí mismo, para elaborar el duelo - como dicen los psicólogos - o mejor, para que el poema sirva de médium - como dice Alma, otra amiga poeta -, y también – como quiero decirlo yo - para volvernos a encontrar y sentir latir el misterio que da sentido a la existencia, debajo de la piel de cada letra y de cada espacio. 

domingo, 10 de julio de 2022

Un comentario de YouTube

 

Querido Ramón. Valoro mucho tu detalle de compartir por este medio, tus conocimientos acerca de la psicología humana, así no coincida contigo en el enfoque psiquiátrico de los tratamientos que propones (no concibo reducir al ser humano a una serie de procesos bioquímicos). Sin embargo, quiero cuestionar tu ejemplo, ese mediante el cual ilustras la diferencia entre los medicamentos genéricos y los originales. Dices que es similar a comparar un carro de rodillos con un Ferrari. Adviertes que ambos son carros y andan, pero que no puedes asegurar a dónde lo lleve a uno el carro de rodillos pero que, por el contrario, si uno se monta en un Ferrari ya sí será capaz de llegar a cualquier parte.  La comparación me parece una ocurrencia peligrosa. Si uno desconoce a dónde quiere llegar, puede andar en el Ferrari y aún así persistir en la errancia, en el sinsentido. Y la pregunta va más allá: ¿por qué queremos llegar a donde se supone debemos llegar? ¿queremos llegar a ese destino porque de verdad lo queremos así, o porque nos hicieron creer y nos convencieron de que era eso lo cual queríamos? La pregunta, así, no recae en el vehículo, sino en el destino que se ambiciona, en su naturaleza, en la dialéctica que establecemos entre este y nosotros mismos: ¿hay sanación posible para quien desea materializar las utopías? ¿Hay esperanza para quien aún no advierte que con cada paso que se da, el horizonte final se aleja otro paso más?