Son individuos
interesados por ciertos fenómenos; no son un colectivo. Tampoco una logia o una
pandilla. Repito: son individuos interesados por ciertos fenómenos.
Circunscriben su trabajo, sus acciones, dentro del nombre Unloquer, pero eso no
es importante; tampoco lo es, definir cuándo surgieron o un interés principal
que los hermane. Así, no es necesario – ni tampoco importante - hablar de una
fecha de conformación o de un grupo conformado. Sin embargo, se podría hablar
de unas ochenta personas implicadas, pero los integrantes no son fijos y
enumerarlos o nombrarlos además de errático sería fútil. Es más importante – y
enriquecedor - observar cómo se organizan alrededor de un problema y entender
que si lo hacen, no es para solucionarlo sino para lograr un mejor
entendimiento del mismo a partir de la acción. Surge entonces un intento de
sumatoria, un llamado que alguno que otro integrante atiende, cada uno a su
momento, y se logra establecer un interés en torno al cual gravitarán aquellas
mentes durante quién sabe cuánto tiempo. Hay momentos de trabajo intenso que
cada quien asume a su propio ritmo, muy conscientes de que en cada interacción,
de que en cada acercamiento activo, hay una enorme posibilidad de aprendizaje.
El individuo se da cuenta entonces que no hay intermediarios, que no siempre es
fatal avanzar a oscuras, que en medio del desorden se aprende.
En algún momento,
uno de ellos me sugirió la noción de bandada de pájaros, o de un enjambre para
explicarme no su metodología sino su comportamiento. Esta metáfora me pareció
sucinta, tal vez demasiado escueta, pero es, en efecto, bastante precisa: son
un ágil grupo mutable cuyos miembros han venido definiendo espacios dónde
compartir la curiosidad y divertirse exigiéndole a la propia inteligencia.
Estos espacios son conceptos, problemáticas, obsesiones; no un lugar, ni una
oficina, ni un taller, ni una casa cultural. Unos se reúnen los martes, otros
los miércoles, otros los viernes, y hay quienes nunca lo hacen. Suelen moverse
dentro de una democracia, pero esta tampoco es permanente: en algunos momentos
es preciso que haya un dictador: el afán y la urgencia traen consigo la
dictadura.
Su método general
es el interés; el interés contemplativo y a la vez activo: este nace en el
individuo y luego, en un foro o vía mail, ese individuo lo comparte al
indeterminado resto. En esta manifestación, a veces ocurre la magia del
contagio: así se comprueba que era un coágulo, un abismo presente en otros. Aparecen
después las categorías del léxico, las palabras, los intentos de clasificación:
“esto es una problemática”, “esto, una solución”. Entre ambos términos, el
error, eso que tanto necesitan, eso que tanto nos enseña cuando se le aprecia,
cuando se le estudia, cuando se vuelve un interés en sí.
La acción directa
sobre ese asunto de interés devuelve la libertad a los individuos: o mejor,
renueva la libertad de las personas. Es hacer en vez de comprar;
activarse en vez de quejarse. No hay moralejas porque no se auguran buenos
resultados – ni siquiera resultados – pero sí un desarrollo de la conducta
desde el movimiento y la comprobación directa.