miércoles, 18 de noviembre de 2020

Conductas sustitutivas


Por ahí dicen que cuando las aves en cautiverio quieren volar y no pueden, en su encierro, se dedican a golpear la reja, o a escarbar en la comida, o a jugar con un columpio… En mi caso, pienso que dedicarme a escribir, a bailar canciones de rock toda la tarde aislado en mi cuarto, o a tocar guitarra, fueron distintas formas de una conducta sustitutiva que adopté en mi adolescencia. Quería salir a vivir de todo, pero no me dejaban. No podía. No había un por qué ante los mayores, y yo no sabía verbalizar mis ganas, o definirlas, o justificarlas. Cuando pude hacerlo, cuando ya podía, cuando ya debía (y me debía) salir, lo hice, y fue con toda, y este grupo de conductas, que se habían vuelto hábitos, costumbres, necesidades, disciplinas, me permitieron acercarme de un modo productivo a otros músicos, a otras personas cuyos intereses también incluían la música, la lectura, la edición, el presentarse frente a un público para cantar canciones escritas por uno mismo.

¿Qué pasó luego? Que el encierro persistió como una sensación, y no sé por qué busqué, creé, me inventé o caí en otras jaulas. El alcohol, las redes sociales, la pornografía, YouTube –con toda su fuerza algorítmica ya hoy revelada y denunciada- se volvieron rutinas, conductas que aún no sé definir muy bien qué sustituían; ¿las ganas inmarcesibles de acostarme con muchas mujeres? ¿El dolor, la carencia de féminas? ¿El saber que vivía en Medellín, Colombia –y las estéticas, imposibilidades y ausencias que esto implica- y no en Nueva York, o en Londres, o en Buenos Aires (todas ciudades convertidas en paraíso pos ideales infundados)?

Aún me dedico a escribir, a leer, a bailar *sin son*, y a encauzar melodías y armonías. Es algo que me gusta hacer, que me reconforta, que me construye, y no creo que deban ser consideradas como una serie de conductas sustitutivas perpetuadas por una obsesión o por la vanidad. Lo único que me atrevo a afirmar en este, tal vez, tan confuso texto, es que nada, ni la embriaguez, ni la promiscuidad, ni el perseguir la ilusoria satisfacción de cada llamado del cuerpo, son actividades con las que yo (y quizá tú tampoco) pueda sustituir la escritura o la composición; son buenos aditivos, condimentos, ornatos; sin embargo, a pesar de esta afirmación, no bajo la guardia, porque, ¡qué fácil me resulta perderme en lo prescindible!

Resumen uno: no importa si la música o la literatura son conductas sustitutivas. Es más nocivo irse detrás de cada impulso y pretender reemplazar, a fuerza de manías y excesos, aquellas disciplinas que giran en torno a la creación.

Resumen dos: “lo que deseas, lo deseas no porque sea algo que en verdad desees, sino porque te lo hicieron desear”. No todo “guardarse” es “encerrarse”, ni todos los encierros te hacen mal.