miércoles, 26 de agosto de 2015

Racimo de silencios.



En el 2013 escribí un cuento. Lo presenté a un concurso y quedé de finalista. Hace poco volví a leerlo. Lo mejoré. Di con The Usual Suspects. Lo alteré. Luego empecé a leer a Borges. Lo seguí alterando. Luego leí un libro de cuentos muy malos y sentí que sí: definitivamente mi escrito habría podido estar dentro de esa compilación de cuentos malos sin los cambios que le venía haciendo. Creí que se trataba de algo; luego quise que no se tratara de nada, que fuera bonito, sugestivo y ya. Pero varios temas empezaron a relucir en el fondo. Conversé de éste con varias personas y supe, con certeza, que a nadie le interesaría; que fuera como fuera sería un cuento más y que empeñarme en escribirlo era un acto bonito y sugestivo por sí mismo. Sigo escribiéndolo. Van doce páginas y siento que mucho le sobra. Lo abandono. Vuelvo a leerlo pasados los días. Hay mucho en él, debo organizarlo y para organizarlo debo confiar en que alguien lo leerá con cariño y no simplemente para relajarse. Debo estimar al lector, no subestimarlo. Escucho As tears go by y me prometo que será así de claro, sentido y sencillo.