jueves, 8 de mayo de 2014

Sobre cierto insomnio en las aves


Para algunos poetas de la antigüedad, el encuentro sexual es desde los versos comparable al vuelo del ave sobre el bosque que habita. Dado que dormir es la capacidad de olvidarse, el insomnio en un ave, siendo escaso, da muestra de una memoria continua y de un apego a la vigilia, esto último quizá por esa necesidad creciente de volar sobre el bosque que habita. Así, el deseo mismo a veces se encarga de obstaculizar la consecución de aquello que tanto se quiere. 

Reminiscencia televisiva/ -Prescindible-


¿Alguien vio esa serie llamada “Sabrina, la bruja adolescente”?  ¿Alguien recuerda ese capítulo de la primera temporada en el que una tía de la joven protagonista, una tía sensual y hedonista, una MILF o mature de la actualidad, la invita a pasar un fin de semana en su vivienda (Enlace: https://www.youtube.com/watch?v=vYxDrRuzmIk)? ¿Alguien recuerda como era ese sitio? Era un cuartico llamado el Domo del Placer, decorado de modo extravagante, sin límites conceptuales que le definieran, y en sí, conformaba un ideal típico de aquello que muchos en ese entonces queríamos, incluso siendo niños. Cuando la bruja adolescente llega allí, queda abrumada por todo lo que esta experiencia le ofrece. 
Su tía le da la bienvenida diciéndole que la principal condición para estar en tal sitio era que todas las negaciones y prohibiciones quedaran afuera, y que no se permitía la presencia de mortales. La joven se pregunta entonces por las múltiples puertas que allí nota. Una de estas le lleva al backstage de un animado concierto; la otra, le conduce a “La sala del elogio gratuito”, un lugar donde siempre habrá personas dispuestas a aplaudir a aquel que haya abierto la puerta.

Considero que el objetivo de esta habitación, ficticia en aquel momento, me resulta bastante similar a lo que suele buscarse hoy en ciertos sitios web, los cuales representan para algunas personas un equivalente de esa sala del elogio gratuito y un espacio en el que, como en la serie televisiva, siempre habrá gente dispuesta a aplaudir a cambio de una mera presencia, de una mera exposición. 
Cuando la tía se siente sola tras el regreso de Sabrina a su hogar, recurre a abrir la puerta de este sitio para sentirse mejor, mejor consigo misma según el libreto. No sé por qué, luego de tanto tiempo y experiencias, vine a recordar este episodio. Quizá no deje de parecerme simpático y conmovedor ese fenómeno, ese real bienestar que a veces se experimenta cuando se nos elogia; considero que la tecnología nos ha permitido que esa sala del elogio gratuito haya pasado de ser una fantasiosa necesidad a ser una cotidiana posibilidad.

martes, 6 de mayo de 2014

Las esperas y las rutas indicadas



Si sé que estoy esperando en el lugar y en el momento adecuados, me siento calmo y confiado. El tiempo mide lo que yo espero que mida; su peso es el justo y necesario. Pero si por el contrario me encuentro esperando sin alguna certeza, tal espera me es angustiante. La situación carece de medidas que me permitan medirla.
Sé de esto en mí gracias a una experiencia en particular, que fue la de esperar una ruta de bus en un paradero situado en una zona que no suelo frecuentar. Alguien me había asegurado que por allí pasaban los buses que me llevarían a mi destino; pero yo no creía. Igual, obedeciendo, me paré allí, dispuesto,  atento a cada detalle, desconfiado e inusualmente expectante. El tiempo no midió para mí lo que suele medir. La gente no lucía igual, los carros parecían ser más veloces y los árboles, siempre dueños de una inocencia senil y ancestral, figuraron esta vez como meros testigos de una avenida de indiferencia. Pensé que este tipo de espera se experimenta en muchos otros momentos de la vida. No hablo solamente de una citadina espera por un medio de transporte; me quisiera referir a una situación humana de espera definida por el no saber "qué se viene" y por una incertidumbre que lleva a que los días sean más largos y que el afán por alguna certeza sea cada vez mayor. ¿Cuántas veces, y de cuántos modos, hemos querido estar en el paradero donde solemos esperar?

Quizá por esta elucubración fue que, en ese momento, decidí irme caminando, sin depender de aguardo alguno. Afortunadamente en ese instante, vi a la ruta más o menos conocida acercándose, a esa gratificante ruta sucia más o menos hogareña y familiar que uso para vincularme a lo que siendo ajeno, también siento propio.