jueves, 13 de diciembre de 2012

De lejos, lucirá.



Mencioné algo sin mucho interés y luego me preguntó: ¿Cómo descubriste los colores?
Seguramente algún gesto involuntario mío le indicó que debería darse a entender.
Sí, ¿dónde conociste los colores? ¿Dónde los sentiste por primera vez?-insistió.
No supe responder, sólo tartamudeé, como una sombra que se arrincona en el mutismo.
¿Lo notas? Lo que pasa- concluyó- es que pocas personas saben que los colores son el adorno artificial de elementos inertes, sin vida. No es que sea malo, sirve para generar símbolos, como los semáforos, pero es triste que se reduzca la percepción natural de tonalidades y que para muchos el verde, sea un solo verde, y el rojo, un único rojo. Igual con el azul, el gris, etcétera. Debería primar el interés de relacionarse con la vida a partir de los colores que en ella se encuentran; nadie los ve igual, nadie nunca los siente de una única manera. Buscar los colores en fuentes vivas. Lo digo porque todo eso tiene que ver con la capacidad de apreciación y de disfrute de la vida misma… con los años, son más aquellos quienes habitan la hiperrealidad, esa dimensión conformada por todo eso que permitimos que exista sin existir, como los sabores de los chiclets o la depresión.