En vez de decir "tengo una vida" ya prefiero decir "soy una vida". Yo no puedo estar si no está mi vida. Mi vida no es cosa que pueda estar aparte de mí. Identificarme directamente como vida en vez de poseedor de algo tan incomprensible e inevitable como la vida, puede ser mucho más útil, potente y estimulante para descifrar (o aceptar, o entender, o controlar, o administrar...) mi naturaleza. Me he dado cuenta (y también es bonito darse cuenta de que me he dado cuenta) de que la Música es una buena forma de intra-relacionarme y comprender la vida que soy. Mis procesos, mis mecanismos, mis fases, mis frecuencias, mi relación con el exterior. Comprendo ahora por qué Oliver Sacks, en Musicofilia, advierte que no puede haber humanidad sin musicalidad, y no creo que se refiriera al "oído", o al flow, o al swing, sino a los movimientos y a las dinámicas que logran sostener la vitalidad de un ser humano. La respiración, el flujo sanguíneo, el pulso: los elementos de la Música insisten en representaciones de la fisiología humana. Estudiar (y también vivir) la Música es profundizar en distinta clase de saberes y relacionarlos. Por eso me dio risa y algo de tristeza cuando un familiar, para justificar su decisión de estudiar Música, dijo: "Es que la Música tiene Matemáticas". Basta un par de meses en una buena academia para comprender que sin Música no habríamos sido capaces de dimensionar, descubrir y, al mismo tiempo, inventar las Matemáticas, y que por eso tal vez sea más justo y preciso advertir: "Es que hasta las Matemáticas son Música".
Debussy es para mí un filósofo que en vez de escribir tratados o libros, optó por crear Música (o canalizarla). Diane, también francesa e impresionista, una vez me dijo que la filosofía se comportaba con la verdad de un modo similar a la forma como algunos "manes" intentaban llevarla a ella a la cama, es decir, agarrándola a la fuerza, clavándole los dedos en el brazo; la poesía, el arte, distinta y bellamente, sí lograba acostarse con la verdad de la existencia, a su modo de ver, porque su único atrevimiento era la intención de acariciarla.