Debe uno sentirse orgulloso de lo que ha sido significándose ahora. El éxito social y la fama no son resultados por sí mismos, y la
satisfacción siempre es pasajera. Sólo el “advenimiento” cotidiano de la fe,
por y en lo que uno hace, por y en aquello que define la obra personal, es digno de ese
orgullo que de modo inocente calma, motiva, sublima e inspira.
Posdata: Mejorar caligrafía.