Cuando lo que solía importarme, deja
de importarme, siento confrontarme a una sorpresiva confusión. Pero el desespero está de más pues siempre hay
un cauce nuevo (no necesariamente desconocido) para todo ese interés. Lo definitivo es lograr que los intereses
extintos sepan lucir la mortaja con la que tu voluntad, consciente o
inconsciente, ha decidido vestirlos.
martes, 30 de diciembre de 2014
sábado, 27 de diciembre de 2014
Sobre el verbo "hipopotamear"
Mis ojos, como dos inocentes soles malignos, sobre tu horizonte, sobre tu Monte de Venus
martes, 9 de diciembre de 2014
Mitología posmoderna o sobre cómo confundir a los presentes
(Interior: lleno total en el teatro Lido. En pocos instantes se presentará Teresita Gómez. Un joven lívido, glauco y macilento toma el micrófono)
Entiendo el humano afán por nombrarlo todo, por categorizar, por
convertir sensaciones, emociones o ideas en conceptos y palabras. Lo padezco, pero recientemente se ha ido mermando en mí este afán pues no pretendo entender el
cosmos ni la vida, sino sentirme vivo e inmerso de manera activa en el cosmos. Ejemplifico esta condición actual mía manifestando lo que he empezado a pensar sobre el homosexualismo; noto que
muchas personas insisten en definirse partiendo de su sexualidad y en
establecerse en una identidad sexual a partir de sus impulsos. El debate acerca
de si los homosexuales nacen o se hacen persiste, y hace poco un videoblogger
confesó su homosexualismo de manera tan dramática que contradice su mensaje, pues
pareciera como si se sintiera triste de serlo.
Este afán por definir qué se es (o que es lo que se es…) lleva a
muchos a encerrarse en una falsa idea de identidad; desde muy niños se cierran
a decir: “no, a mí me gustan sólo las mujeres”, mientras que otros dicen “sí, a
mí quienes me gustan son los hombres”. Yo pienso que uno no nace plenamente definido y que
hacerse y realizarse es inevitable para el ser humano: su capacidad de
apreciación y valoración de la belleza se va dando de acuerdo a sus
experiencias. Por ejemplo, varios amigos y varias amigas, en un determinado
momento de su vida, optaron por acercarse sexualmente a personas de su mismo
género; luego, pasados algunos meses y años, algunos de ellos simplemente con
toda naturalidad y sin traumatismos, volvieron a estar con mujeres o con
hombres, de acuerdo al caso.
Supongo que esta búsqueda activa corresponde a una manera especial de
sentir la vida. Considero que el homosexualismo es sólo
un término más y una peligrosa trampa para quienes creen demasiado en estas emergentes jergas y
obedecen, rindiéndose sin hacer resistencia, a ciertas disciplinas, como la psicología por ejemplo, que extraen de
allí su lucro y sustento diario (se empiezan a despertar algunos abucheos). Si se trata de definiciones, creo que la que
se tiene actualmente de homosexualismo es un vaporoso e impreciso esbozo; y si
profundizamos en este afán humano, al cual desde el comienzo me he referido, sería
más dificultoso definir los límites del heterosexualismo, ¿o quién no ha
llegado a reconocer y valorar en extremo la belleza de alguien de su mismo
género? Sí, de ahí a llevar este gusto a lo genital hay un gran paso, pero
acaso, ¿no depende esta decisión de las variables, siempre únicas, que
condicionan el ánimo, a veces tan pasajero e infundado, de una persona?
(Abucheos enojosos lo ensordecen; una luz directa le enceguece; persisten los abucheos; del público le tiran dildos usados, condones, un lindo ramo de rosas, un destornillador de estrella y un pavo real (que muere de manera instantánea al golpear el rostro del joven); luego una horda de gays radicalmente orgullosos y vestidos con exquisitos ropajes, convencen a su novia de abandonarlo. Pasados algunos días, ella lo hace. El joven incurre en excesos. Suele vérsele todos los sábados en el bar-restaurante El Proveedor en la Avenida Nutibara, occidente de Medellín, Colombia)
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