Freddie se ha rasurado su bigote. Luce el noble atuendo con
el que Nijinsky ha representado al Fauno. Freddie está acostado con sus brazos
cruzados sobre su pecho. Un grupo de personas alzan sus brazos y así lo elevan,
se lo pasan entre sí, arrastrándolo a una caída que no veremos. Luego, Freddie
se lanza, confiado, al vacío existente entre dos filas de hombres que lo
reciben, extendiendo sus brazos. Finalmente, esas mismas personas, acostadas,
giran sobre sus cuerpos, siendo una especie de superficie móvil donde el cuerpo
de Freddie se desliza. Estos son fragmentos del video de I want to break free.
Un video que muchos sólo reconocen porque los miembros de Queen salen
vestidos de mujer. Yo veo en ese bridge visual, usado para pintar con imágenes
el solo impecable y engominado de Brian May, una especie de alusión a lo que es
la vida del artista. No sé si sea la intención o el sentido real, pero me sentí representado. Me sentí tan
fauno como Freddie quizo decirnos que se sentía. Uno, ser dulce de pezuñas,
dador de música y festines, movido por una fuerza que nos eleva pero bajo la
cual también caeremos; uno, confiado en que un grupo de
personas me recibirá y me sostendrá si se me da por saltar al vacío; uno, deslizándose entre la corriente de
los movimientos de cuerpos ajenos, de sus giros sobre sí mismos, de sus bailes. Un
yo Fauno, expansivo, brutal, necesitado, capaz de cantar y celebrar, a pesar de todo. En razón de todo. Por todo.