lunes, 24 de junio de 2013

Sobre este blog y su relación con Facebook y Twitter


El mundo es ancho y ajeno: Ciro Alegría

Desde hace días, varios allegados han intentado motivarme a abrir una cuenta de El Bailarín Sin Son en Facebook y Twitter. Ciertamente luego de meditar acerca de esta decisión, debo decir que por varias razones (como Bartleby el escribiente) preferiría no hacerlo. Una de ellas es porque considero que mis intentos literarios aún no merecen tan amplia e intensa difusión como la que ofrecen estos sitios Web. 

Otro de los motivos por los cuales me abstengo de llevar a El Bailarín Sin Son a alguna de las redes sociales en mención, está relacionado con el acto mismo de escribir, o sea, las razones e intenciones conscientes (y hasta inconscientes) por las cuales me gusta sentarme a hilar ideas e imágenes hechas de palabras. Crear así constituye mi modo de vida y también, es mi modo de disfrutar la vida. Publicar es algo distinto a la escritura, y creo que está relacionado con el ánimo de compartir; de hecho el medio elegido para transmitirla es detalle esencial de la obra. Como dicen, "arte es incluso el modo como llegas al arte", y así como yo me he encontrado con otras obras, y algunos niños se han encontrado con tesoros hechos del mismo material del que están hechas sus fantasías, quiero que los lectores se encuentren con estos breves intentos literarios sin haberlos buscado.

Igualmente me gusta pensar que parte de lo que hago algún día para alguien  representará un regalo, una fuente de inspiración, un motivo para seguir, y por eso conservar este sencillo blog en este casi inédito rincón de la red, sin mayor proyección o publicidad que aquella que pueda conseguir en una conversación o en una modesta insinuación online, tal vez le haga valioso para quienes lo frecuenten. Quizá estas frases resulten dulzonas y den muestra de un exagerado romanticismo pero prefiero sentir eso que llegar a convertirme en una obligación impuesta por el manipulable gusto de las mayorías.   

Quiero aclarar que todo esto lo redacto como una confesión más que como una explicación; esta última no la debo aún. Además quisiera aprender a vivir la vida como me gusta, y en este modelo personal, por experiencia, siento que no debo darle cabida a la interacción social promovida por mencionadas plataformas virtuales. ¿Por qué? Porque para mí carecen de valor y sentido; eso sí: nos servirán a los jóvenes para conservar la antiquísima tradición de querernos identificar distinguiéndonos de las demás generaciones.

Entre otros orígenes en los que fundo mi acción, escribo por impulso para significarme y para evidenciar frente a mí la expansión cuántica del universo, y no para imponerme, intimidar, entrometerme constantemente en las necesitadas rutinas de los demás, o para ser recordado. El olvido es cosa que con los años y tras tantos errores cometidos, se empieza a agradecer. Por eso opto con agrado por soñar que, como en las vacaciones de la niñez (diciembre del 96’ o enero del 98’ en mi caso) cuando no añoraba ningún tipo de poder, ni siquiera el de consumo, me levanto temprano para hacer durar el día divirtiéndome, sin temerle tanto al anonimato, a la soledad ni al futuro.  


domingo, 23 de junio de 2013

Gracias a José Augusto Trinidad Martínez Ruiz - Azorín



Escritor sofisticado cuyas creaciones lograron conmoverme, abrazando enteras varias de mis jornadas, sin generarme algún tipo de agotamiento. Además, no sé por qué sus obras me remitieron con agrado y gratitud a esas madrugadas en las que mi mamá entraba a la habitación y, para despertarme, suave decía: “ya es hora”. Debo reconocer que no me gustaba esta expresión porque representaba dejar el tibio dormir y emprender un compromiso matinal con la inmensa incertidumbre, con los instruidos e intimidantes profesores ibéricos, con la cultura, con la acción y, en general, con toda esa época colegial, hoy necesario puñado de recuerdos.