Creo que no existen esclavos sino personas esclavizadas.
Epícteto solía decir que ser libre era tener la posibilidad de elegir de qué o
quién o quiénes preferíamos ser esclavos. Actualmente, y lo pienso por las
Kardashian, concibo la esclavitud como un fenómeno y un hecho real e
independiente del nivel de ingresos (y de la posterior capacidad de gasto). A
ellas les resulta más costosa la obsolescencia programada: sus celulares, a
pesar de ser de alta gama, también se dañan cada dos o tres años. No tienen por
opción el silencio y el anonimato. Y en un principio, la presión pudo haber sido
externa: ahora se deriva de la pesada y demandante idea que tienen ellas de sí
mismas. Algo similar nos pasa a quienes presumimos ser escritores: el don, como
un látigo, en palabras de Capote, es únicamente para autoflagelarse.