domingo, 17 de septiembre de 2023

Contraportada de mi obra "Finas Capas de Ficción".

 


Para los cuentos que conforman esta serie, en vez de pensar en tramas o conflictos, concebí personajes, amistades imaginarias, o mejor, voces con las que frecuentemente me encontré en solitarios juegos de redacción. 
El método fue uno: escucharlas. 
Así comprendí y aproveché, para su bien y el mío, la naturaleza de cada una, su fragilidad, su desconcierto, su humor. De parte y parte, fuimos rutina, cotidianidad, pero para mí, representarlas fue silenciarme, salir de mí, vivir una experiencia expansiva.
Los temas que nos sirvieron para conocernos, más que ser ejes o centros, funcionaron como contornos: la obra de Borges, los sueldos que son mesadas, la montañera idealización del mar y sus costumbres; los complejos de clase, los rostros que se transfiguran con un beso, la marihuana que se convierte en pensadera; las prepagos, los borracheros, las abejas y los balcones; la crisis de pareja, la crisis de carrera, la crisis de mediana edad y de adolescencia; el volver a la casa de papá y mamá, el no irse de la casa de papá y mamá, las máquinas que - bajo consentimiento - nos roban el tacto, el placer imprevisto y la intuición;  un incesante ruido huérfano de fiesta, un médium que nos trae de regreso los tiernos regaños de quienes ya trascendieron; el diablo con Alzheimer que ama la vida, la buena suerte de un ente sin género que atiende con palabras el vértigo de su deseo. 
Creo que estos relatos insisten, principalmente, en la pregunta por el ser, por el hecho de ser, sin dejar de recordarme, o sugerirme, que - al parecer - cada quien, entre finas capas de ficción, deberá ser su propio autor.