lunes, 22 de abril de 2024

Comunicador

 

Foto por June Juno

Algunas preguntas suelen renovarse. Las soluciones se gastan cuando no se olvidan; ya no hay tiempo para rumiar en los diarios ni para rememorar los tratados de paz pactados consigo mismo. No sé si esto sea una prueba de que las crisis existenciales no son tan propias ni tan personales, pero a mi modo de sentir, lo que sí demuestra, o al menos sugiere, es que las respuestas, su efecto pacificador, no funcionarán para siempre. No sé si estén sometidas a una fecha de caducidad, porque esas conclusiones, las mismas que ya no logran resolver nada en uno, puede ser que sí le sirvan a otras personas. 
Así, el clásico y burbujeante interrogante ha vuelto: ¿qué soy yo? ¿en qué consiste mi hacer? 
Mezcla de inercias y experimentos, mis rutinas contienen el acto consciente aplicado a la canción, a la poesía, a la danza, a la docencia. Fui jam hasta que fui palabra. Me establecí en ella, en la palabra, pero sé que soy más que un semiólogo, un palabrero o un cancionista: jamás sometí la música a la palabra; la melodía siempre ruge primero. Motivado por Rilke y por Capote, acerqué el periodismo a la poesía, pero sé que soy más que un escritor o un lector. La danza y el deporte son mis búsquedas más pacientes, y, quién lo creyera, se han vuelto ejes para movilizar cierta información. Y sí: fue esta expresión la que integró todos mis oficios. Soy un comunicador. Podría decir que narro, pero si bien la noción de narrador admite la presencia de un interlocutor, no la obliga; creo que el concepto comunicar sí exige más la esperanza de un otro. De ahí esta movediza, inestable solución.


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