domingo, 7 de abril de 2024

Una écfrasis que escribí en 2019

 

Una pijamada, quizás 

Copas de champagne a medio tomar en ambas mesas de noche. Tacones sin par aquí y allá, regados por toda la alcoba. Jóvenes mujeres, aún peinadas y maquilladas, están en ropa interior, sin cobija y soñando a ojo cerrado sobre los hombros de otra o sobre abullonados almohadones color esmeralda. En la parte superior del cuadro, casi en el espaldar de la cama, una morena que aún luce su collar de perlas, duerme de sienes unidas a una rubia algo intranquila, que se le aferra al hombro, como una diosa náufraga. Más abajo, sobre su muslo derecho, descansa otra brunette, abrazada a una rubia menos trigueña que carga, también sobre el muslo derecho, a una voluptuosa jovencita de inmensos aretes que no sabemos por qué está así: su brazo izquierdo se extiende hasta perderse por debajo de las piernas de otra; tiene la cabeza ladeada casi en un ángulo de ciento ochenta grados, boca abajo, con un body rosa en extremo ajustado, de nalgas al cielo. El rostro no se le ve, mas no por eso es más anónima que el resto. Descansa su mano derecha en las piernas de una jovencita de nariz respingada que sueña tranquila a pesar de estar recostada sobre el bracito de otra blonde, menos joven, que está a sus espaldas, justo en el borde de la cama. Este último par de muchachas, por el ángulo y el punto de vista, son las únicas que, de estar despiertas, podrían ver el rostro de Maluma, quien reposa en el centro de la composición, recostado sobre su brazo derecho, sin camisa y con todos estos cuerpos encima. Él sí tiene cobija y es el único que está con los ojos abiertos. No sabemos si la vigilia le ha durado la noche entera o si es que recién despierta. Su mirada de cansancio no contiene rastro alguno de satisfacción. No hay picardía, ni júbilo, ni plenitud, pero tampoco remordimiento o culpa. Solamente apatía de insomne. De sonámbulo. Tiene las axilas afeitadas; un tigre de tinta ruge en su pecho. La mano izquierda, teniendo tanta piel de hembra dónde posarse, cae apartada, con indiferencia, sobre su propia ingle, lejos del mínimo roce con alguna de esas chicas que le llenan la cama.  Por la luz, parece que ya es de día, y de todo, solo queda algo por resolver: si todas están vestidas, ¿de quién es ese brasier rosa abandonado en aquella mesa de noche, a la izquierda de nosotros, los espectadores?  

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